No es casualidad que el Objetivo 6 de los ODS de las Naciones Unidas sea el de garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos dentro de una agenda 2030 nada sencilla de lograr. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas “… la escasez de recursos hídricos, junto con la mala calidad del agua y el saneamiento inadecuado repercuten en la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la oportunidad de educación para las familias pobres en todo el mundo. Afortunadamente, se han hecho algunos avances en la última década y más del 90% de la población mundial tiene acceso a fuentes de agua potable mejoradas…” Sin embargo 3 de cada 10 personas carecen de acceso a servicios de agua potable seguros y 6 de cada 10 carecen de acceso a instalaciones de saneamiento gestionadas de forma segura. La escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que este porcentaje aumente. Más de 1700 millones de personas viven actualmente en cuencas fluviales en las que el consumo de agua supera la recarga.
En meses pasados el programa Aqueduct del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) emitió su reporte 2019 en dónde de acuerdo a una clasificación de estrés hídrico colocó a México situación de “extremo” posicionándolo en el lugar 24 de un total de 164 países en estudios. En dicho estudio, además del estrés hídrico se midió el riesgo de sequía y el riesgo de inundación costera definidos de la siguiente manera:
- Estrés hídrico. El estrés hídrico de referencia mide la relación entre las extracciones totales de agua y los suministros de agua renovables disponibles. Las extracciones de agua incluyen usos domésticos, industriales, de riego y ganaderos de consumo y no consumo. Los suministros de agua renovables disponibles incluyen el suministro de agua superficial y subterránea y considera el impacto de los usuarios de agua de consumo aguas arriba y grandes represas en la disponibilidad de agua río abajo. Los valores más altos indican más competencia entre los usuarios.
- Riesgo de sequía. Medidas de riesgo de sequía donde es probable que ocurran sequías, la población y los activos expuestos, y la vulnerabilidad de la población y los activos a sufrir efectos adversos. Los valores más altos indican un mayor riesgo de sequía.
- Riesgo de inundación costera. El riesgo de inundación costera mide el porcentaje de población que se espera que se vea afectado por las inundaciones costeras en un año promedio, lo que representa los estándares de protección contra inundaciones existentes. Los valores más altos indican que una mayor proporción de la población se verá afectada por las inundaciones costeras.
Dentro del mismo reporte el estado de México con mayor grado de estrés hídrico es el de Baja California Sur, con la calificación más alta de la clasificación.
Fotografía por Dan Gold en Unsplash
Sin duda alguna la alerta de los últimos años que acaparó la atención de todo el mundo fue la crisis del agua de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, que con una sequía que se agravó en 2015 anunció al mundo que en abril de 2018 se enfrentaría a su Día Cero, nombre como se conoce al momento en que una ciudad, región o país se quedará sin el agua suficiente para satisfacer plenamente las necesidades principales para subsistir o desarrollarse. Afortunadamente Ciudad del Cabo se está ocupando del tema y gracias a medidas de ahorro de agua y aumento del suministro de agua, en marzo de 2018 la ciudad había reducido su consumo diario de agua a cerca de 500 millones de litros por día, y para junio de 2018 este ahorro y la lluvia dió como resultado que los niveles de los embalses aumentasen al 43% de su capacidad, lo que provocó que Ciudad del Cabo anunciara que el Día Cero era improbable para 2019. Aún así las restricciones de agua permanecerán en vigencia hasta que los niveles de almacenamiento alcancen el 85%. El 16 de julio de 2018 los niveles de almacenamiento de la presa habían alcanzado el 55.1%, y el 31 de agosto de 2018 los niveles de agua en seis grandes embalses de la ciudad alcanzaban el 65.3%.
El tema a nivel mundial se agrava debido al exponencial crecimiento de la población, ya que un incremento de la población mundial implica un mayor consumo de agua potable y a su vez una mayor probabilidad de que las fuentes de agua existentes se contaminen por la acción humana. Con una población que ronda los 7,500 millones de habitantes y una crecimiento esperado de 3,000 millones más dentro de los próximos 50 años los recursos hídricos serán cada vez más escasos.
Ante tal escenario las acciones más comunes que se han adoptado en la mayoría de los países son la desalinización y el tratamiento de aguas residuales, sin embargo ambos casos resultan en una inversión financiera considerable y en el alto consumo de energía, que en el caso de Baja California Sur eso se traduce a una alta contaminación del aire debido a la naturaleza de su actual fuente de electricidad. Además de esto, a nivel local se requiere una modernización en la extracción, medición, conducción y gestión del agua, y por supuesto, rehabilitación y creación de obras de captación de agua. Para ello es imperativo la creación de un Plan Hídrico Estatal con visión a mediano y largo plazo (10 a 30 años), con revisiones y actualizaciones periódicas, no solo con políticas sino con acciones y presupuesto que logren alcanzar a nivel regional y subregional las metas y objetivos planteados en dicho plan. Con ello saltan a la mente dos preguntas ¿Seguirá Baja California Sur el ejemplo de Ciudad del Cabo o se quedará inmóvil esperando el Día Cero? y ¿Aún estamos a tiempo de implementar medidas correctivas que nos eviten llegar a un Día Cero?
- Fotografía en portada por MRJN Photography en Unsplash.