Brújula interna para el Estado
“La medida definitiva de un hombre
no se revela en momentos de comodidad y conveniencia,
sino en tiempos de desafío y controversia.”
—Martin Luther King Jr.
Al cabo de un año del encargo de las autoridades, nos estamos encontrando ante evidentes señales de la falta de resultados concretos y el desconocimiento del nivel de los avances de todo lo que se ofrece.
En el ámbito de la gestión pública, la verdadera eficacia no se mide en la tranquilidad, sino en la adversidad, ya que cuando el Estado enfrenta proyectos de gran envergadura, como infraestructura, movilidad o desarrollo urbano, no son suficientes las buenas intenciones ni los discursos bien elaborados, se requiere una guía interna incorruptible: un equipo autónomo de expertos, capaz de identificar, gestionar y dar seguimiento a las iniciativas estratégicas con una visión a largo plazo.
ENGRANAJE.
Este equipo no sería un adorno burocrático ni una oficina más para engrosar el organigrama, sería el corazón técnico del Estado, y estaría blindado contra la improvisación y el clientelismo, al ser un cuerpo profesional que, como los relojeros suizos, trabaja con precisión milimétrica, aunque a veces tenga que lidiar con engranes oxidados y calendarios políticos caprichosos.
La propuesta no busca sustituir a las dependencias existentes, sino complementarlas con una instancia transversal, ágil y estratégica al ser un equipo que piense en grande, pero actuando con los pies en la tierra, siendo el que debe entender que un puente no solo une dos puntos geográficos, sino también dos realidades sociales.
Igualmente tiene que saber que un mercado bien diseñado, puede ser más transformador que mil discursos y que un parque bien ubicado, puede ser más terapéutico que diez campañas de salud mental.
En tiempos donde la desconfianza ciudadana hacia las obras públicas es casi deporte nacional, contar con un staff técnico independiente, es también un gesto de transparencia.
No se trata de esconder los números, sino de mostrarlos con orgullo, se trata de rendir cuentas sin que parezca que nos están arrancando una muela, porque cuando los datos se presentan con claridad y los procesos se explican sin rodeos, la ciudadanía responde con algo que escasea: la confianza.
Además, este equipo permitiría al Estado anticiparse, no solo reaccionar, porque si algo ha demostrado la historia reciente, es que los proyectos improvisados suelen costar el doble y durar el triple y no, no es magia negra: es falta de planeación.
La diferencia entre una obra emblemática y un elefante blanco suele estar en la planificación previa, no en la ceremonia de inauguración.
La autonomía del staff no implica aislamiento, al contrario, su fuerza radica en su capacidad de articularse con actores diversos: academia, sociedad civil, sector privado, aclarando que deberán ser aquellos que son verdaderamente autónomos y no los mismos “maiceados” de siempre, para evitar a aquellos que al final dicen no saber o que nunca estuvieron informados pero que con su presencia legitimaron algo.
SERVIDORES.
Sería un nodo de inteligencia colectiva, donde el conocimiento técnico se mezcle con la sensibilidad social, porque sí, hasta los ingenieros tienen corazón con emociones y capacidades de empatía, abriendo la puerta y facilitando un enfoque más holístico y efectivo en la resolución de problemas.
Este enfoque también debe alinearse con marcos internacionales como la Agenda 2030 e inclusive con el llamado Renacimiento Maya, que no son solo slogans bonitos para poner en las presentaciones, sino deben ser pertinentes.
La creación de este staff sería, además, una apuesta por la profesionalización del servicio público, dejando un mensaje claro: “en el Estado también hay lugar para la excelencia”.
“Tenemos que desterrar que tanto las decisiones, la coyuntura política o el compadre en turno, sean quienes decidan que acciones tomar” — Alfonso A. González F.
Para ello debemos procurar espacio para la meritocracia, aunque a veces parezca especie en extinción, porque cuando el talento se reconoce y se protege, el Estado deja de ser un campo de batalla y se convierte en un proyecto común.
Habrá quien diga que esto suena utópico, que en el mundo real las cosas no funcionan así, pero sino empezamos por imaginar un Estado más estratégico, seguiremos atrapados en el eterno ciclo de la ocurrencia y el parche, tal como diría Einstein, “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”, y en materia de infraestructura, la locura cuesta millones.
En resumen, la creación de un staff autónomo para proyectos estratégicos no es un lujo, es una necesidad, al ser una herramienta para navegar con rumbo en medio de la complejidad, es una forma de devolverle al Estado su capacidad de pensar, planear y ejecutar con visión, porque cuando el Estado recupera su brújula, también recupera su dignidad.
Lo que está en juego no es solo la eficiencia administrativa, sino la credibilidad institucional y eso, estimado lector, no se compra en la tienda, ni se improvisa en campaña, se construye con técnica, ética y visión.
Corolario:
“Infraestructura sin visión, es concreto tirado al vacío”