“La confianza es el pegamento de la vida,

es el ingrediente más esencial en una comunicación efectiva,

es el principio fundamental que sostiene todas las relaciones.”

Stephen R. Covey

Hablar del “Círculo de confianza” es entrar en terreno sagrado.

No se trata de cualquier grupo, ni de cualquier vínculo, es ese pequeño espacio —a veces casi invisible a simple vista— donde uno puede quitarse la armadura, dejar de fingir, y simplemente ser, sin miedo al juicio, sin necesidad de aparentar.

Este círculo no se mide por número de integrantes ni por la intensidad de los abrazos en público, se mide por la profundidad de las miradas que comprenden sin preguntar, por la presencia constante en los momentos clave, y por ese tipo de lealtad que no necesita contratos ni promesas.

¿Su valor? Incuestionable.

¿Su rareza? También.

¿Sus motivos? Un mundo lleno de “círculos de interés”,

En ellos la conexión emocional es opcional y la conveniencia es la regla, las alianzas duran lo que dura el objetivo común, son grupos que se arman y desarman según la marea, muchas veces sin alma, sin raíz ni horizonte.

Por eso, saber en qué tipo de círculo estamos es cuestión de salud mental, pues al no hacerlo, puede llevar a golpes emocionales de esos que no se ven, pero duelen por dentro.

En el entramado de nuestras vidas, discernir entre los círculos de confianza y los de interés es una habilidad crucial.

En los círculos de confianza, hallamos un espacio de auténtica vulnerabilidad y aceptación, donde simplemente “somos”, los segundos nos exigen una constante adaptación y autoprotección.

En los círculos de confianza, uno simplemente está, en los de interés, uno se adapta, se disfraza, se cuida y nada más, teniendo siempre claro para ambos, que no todo es eterno.

La confianza, aunque poderosa, también es frágil, una traición, una decepción profunda, o incluso la distancia emocional pueden hacer que alguien salga —o que lo inviten a salir— de este espacio íntimo.

No es tragedia, es parte del ciclo, lo importante es saber que, si se cuida y si se nutre, este círculo puede ser un refugio vitalicio.

Si bien estos espacios no son multitudinarios, lo cierto es que con un par de personas auténticas, basta para sostenernos en los días grises y celebrar con sentido los días de sol.

Al final de cada paso, de cada camino, más que pertenecer a muchos grupos, lo que importa es saberse parte de uno solo… pero verdadero.

Los vínculos que realmente valen, no se miden por la frecuencia con la que se publican, sino por la profundidad con la que se viven, y en ese viaje de la vida, el círculo de confianza no es un lujo, es una necesidad emocional que todos merecemos.

Al final, son estas relaciones las que más enriquecen nuestro viaje y nos dotan de la fortaleza necesaria para enfrentar cualquier desafío.

  • Fotografía en portada de la biblioteca persona del ICC Tito G. Fenech Cardoza.