La realidad, entre la verdad y el riesgo
“En tiempos de engaño universal, decir la verdad,
se convierte en un acto revolucionario”
George Orwell
Escribir sobre la realidad, especialmente cuando se hace con honestidad intelectual y compromiso ético, es un acto de valentía que desafía estructuras de poder, discursos oficialistas y zonas de confort sociales.
Quien elige narrar y exponer el mundo tal como es, sin disfrazarlo con eufemismos ni adaptarlo a intereses convenientes, se expone a múltiples riesgos.
No se trata solo de una práctica literaria o periodística, sino de un posicionamiento ante la vida, es fijar una posición que implica enfrentar consecuencias reales.
Uno de los principales peligros que conlleva este ejercicio, es la exposición directa de las decisiones políticas, muchas de las cuales están motivadas sin un análisis técnico, riguroso y autónomo, sino más bien obedeciendo intereses electorales de corto plazo.
En demasiadas ocasiones, las políticas públicas son definidas a partir de cálculos mediáticos y encuestas de opinión, sin considerar sus impactos estructurales ni su sostenibilidad.
Aquí es dónde lo urgente reemplaza lo importante, el titular mediático sustituye el contenido, teniendo como colofón, que el interés general sea sacrificado en el altar del rédito inmediato.
Frente a esta realidad, quien escribe con sentido crítico y asertivo, suele poner en evidencia la distancia entre el discurso oficial y las condiciones concretas de nuestra sociedad.
Las narrativas triunfalistas, repetidas con insistencia desde los aparatos de propaganda, entran en crisis cuando se confrontan con hechos, datos y la experiencia técnica y cotidiana.
Esa ruptura entre el relato y la realidad desde luego que incomoda, porque desmantela el artificio, revela las omisiones deliberadas y cuestiona la legitimidad de quienes detentan el poder.
BILIS.
Las reacciones no se hacen esperar, pues en lugar de entablar un debate abierto y saludable, donde se contrasten argumentos y se construya conocimiento colectivo, muchas veces se recurre a la censura, abierta o encubierta.
A consecuencia de esta reacción intestinal, se limitan espacios, se recortan libertades, e inclusive la persecución llega a disfrazarse de procedimientos “aleatorios” administrativos, como también, a recurrir al uso de la difamación como arma predilecta, pues se ataca al autor para desacreditar el contenido.
De la misma manera se siembran dudas sobre su integridad o sus motivaciones y se le pretende deslegitimar ante la opinión pública, inclusive aplicando la famosa “ley del hielo”
Este tipo de hostigamiento no solo busca silenciar voces incómodas ante los cuestionamientos, sino que también opera como advertencia para otros.
Así, se instala un clima de miedo y autocensura que empobrece el debate democrático y desactiva la participación crítica, que debe prevalecer para elevar el nivel.
La sociedad, tristemente se estaría acostumbrando a consumir relatos prefabricados, sin contrastarlos con la realidad ni mucho menos interpelarlos, ni pedir cuentas.
De este modo, se normaliza la mentira, se institucionaliza la manipulación y se castiga la lucidez.
COHERENCIA.
Escribir sobre la realidad, entraña asumir un compromiso profundo, pues no es un ejercicio de vanidad, ni mucho menos búsqueda de protagonismo, antes bien, es una forma de resistencia frente a la banalización.
Significa reconocer que el lenguaje no es neutro, ya que cada palabra elegida puede contribuir a ocultar o a revelar, a justificar o a cuestionar, a legitimar o a denunciar, y a no usar la revelación como espectáculo, ni la crítica como revancha.
Es una defensa activa de la verdad en tiempos de posverdad, es una apuesta ética por la transparencia.
Escribir con rigor, con fundamento, con conciencia del contexto e impacto que pueden tener nuestras palabras, es parte del oficio y la ética de quien se compromete con la realidad, estableciendo su propia prosa como sello distintivo de su dehesa.
En última instancia, escribir sobre lo real es una forma de preservar los anhelos, porque mientras existan personas dispuestas a contar lo que ocurre, a defender con hechos la memoria, a proteger los datos frente a la manipulación y a dignificar la palabra frente al ruido, habrá una posibilidad de transformación.
Por estas razones sostengo que “la verdad no garantiza el cambio, pero el cambio es imposible sin verdad”
El poder teme a la verdad, porque ella desnuda sus abusos sobre la realidad, es una forma de incomodar, de romper silencios, de sembrar preguntas en terrenos estériles, es resistir, es ejercer nuestra libertad.
Una sociedad que no se atreve a mirar su realidad de frente, está condenada a repetir sus errores, atrapada en un bucle de mentiras y falsas promesas.
Corolario.
“Destapar la realidad, es un acto de responsabilidad e inteligencia, con firma de autor”
- Fotografía en portada por Aaron Burden a través de Unsplash.