“La única cosa que debemos temer, es el miedo mismo”
Franklin D. Roosvelt, ex presidente de los EEUU
En el contexto actual, donde la transparencia y la ética en el servicio público son más que nunca esenciales, la importancia de poseer conocimientos técnicos adecuados para desempeñar un cargo público, se vuelve una exigencia crucial.
Un servidor público eficiente no solo debe tener una sólida formación académica, sino también la experiencia y disposición suficientes que le permitan enfrentar los desafíos del día a día, con integridad y sin ceder al oprobio de la corrupción.
Al explorar cómo estos elementos se entrelazan para formar un servidor público íntegro, distinguimos en primer lugar que son los conocimientos técnico-formativos la base sobre la cual se asienta la capacidad de un funcionario para tomar decisiones informadas.
INNOVACIÓN.
En un mundo donde las políticas públicas deben responder a complejidades sociales, económicas y ambientales, es fundamental que quienes ocupen cargos públicos tengan un entendimiento profundo de las materias que gestionan.
La educación formal de quienes aspiren responsablemente a aplicarse en áreas como la administración, las ciencias sociales, la economía, el derecho y desde luego las ciencias y el desarrollo urbano, no pueden improvisarse.
Todos ellos, sin cortapisas, deben ser resueltos desde una perspectiva innovadora y sustentable, que facilite las herramientas para interpretar la normativa vigente y aplicar las mejores prácticas a su responsabilidad en el servicio.
La experiencia adquirida en el campo es igualmente importante, ya que complementa y amalgama la formación académica, permitiendo a los funcionarios, comprender y actuar de la mejor manera, para lograr un mejor funcionamiento de las instituciones, pero sobre todo, para dejar de afectar a la sociedad.
Aquellos que han tenido la oportunidad de trabajar en el sector público, ya sea en roles administrativos, de gestión de proyectos o en la atención directa al ciudadano, poseen un conocimiento práctico que es invaluable, sin soslayar que la experiencia les brinda una perspectiva única sobre los procesos internos y los desafíos que enfrentan, así como la oportunidad de actuar con ética y diligencia.
Un servidor público que carece de conocimientos y experiencia es vulnerable a la presión externa y a las tentaciones de corrupción.
DECISIONES.
La falta de preparación puede llevar a la toma de decisiones inapropiadas que, en última instancia, perjudiquen a la ciudadanía y erosionen la confianza en las instituciones y más aún cuando la corrupción está presente.
Por eso es insoslayable garantizar un blindaje a los servidores públicos con la debida preparación, ya que tendrán más capacidad de resistir estas tentaciones, impulsando así una cultura de integridad.
La educación en ética pública es esencial para formar servidores que no solo sean competentes en sus áreas, sino que también comprendan la importancia de actuar con rectitud y justicia.
La corrupción no surge solo por falta de habilidades, sino también por la falta de un marco ético sólido que guíe la conducta de aquellos en el servicio público, así como también la aplicación real de sanciones ejemplares a quienes sean descubiertos en esta mala práctica.
Para que la corrupción germine, tiene que existir tanto el que ofrece como el que acepta, o bien el juego de palabras que se puedan acuñar con el hecho, por lo que las sanciones tienen que ser ejemplares, bivalentes y ponderadas.
Hablar de corruptos es una cosa distinta de ser tontos, así que el Estado debe perseguir de oficio las denuncias, pues tiene la estructura para investigar y proteger a quienes se atrevan a denunciar.
Un funcionario que de verdad entiende la responsabilidad que implica su cargo, trabajará incansablemente para mantener y promover los valores de la justicia y la transparencia, creando así un ambiente de confianza con la ciudadanía.
Es importante incrementar la educación continua en el sector público, ya que la dinámica social y tecnológica cambia rápidamente, lo que obliga a éste a estar actualizado en las nuevas tendencias y competencias necesarias.
En conclusión, el servidor público tiene la responsabilidad de ser agente de cambio y su preparación debe reflejar ese compromiso, a través de una sólida educación y experiencia, acompañada de principios éticos inquebrantables.
De esa manera podemos esperar no solo un gobierno más eficiente, sino también uno que realmente esté al servicio del bienestar común, reforzando la confianza pública y combatiendo la corrupción.
Corolario:
“El servidor público debe luchar por una gestión transparente, responsable y comprometida con el bienestar”
- Fotografía en portada de Vladislav Babienko a través de Unsplash.