Reiteradamente hemos sido seducidos por los anuncios que se hacen con relación a que con tal o cual obra, ahora sí saldremos del subdesarrollo en el que nos encontramos y que entraremos al primer mundo de manera automática y con ventajas casi mágicas, pues la infraestructura y los equipos que se instalarán para prestar un servicio, pertenecen a lo último que existe en el planeta y demás bla, bla, bla.
Sin embargo, cualquiera de estos asuntos deben ser revisados con templanza para evitar que la euforia que generan se pueda disipar, ya que al ser menester transparentarlo, obtendremos la oportunidad de calibrar y evaluar si lo que se dice, es una “media verdad” por solamente decirlo de una manera elegante, evitando herir susceptibilidades ya que en estos tiempos, cualquier comentario o alusión de algo cualquiera, puede causar prurito o incomodidad a más de uno de los adelantados, que se pasan presumiendo cualquier actividad como algo que solamente un prohombre puede imaginar y que además posee, valga la exageración, una preclara inteligencia.
Innumerables ocasiones hemos expuesto que cualquier inversión por minúsculo que sea su presupuesto, debe de ser debida y puntualmente gestionada, ya que si de lo que se trata es de servir a la sociedad, es precisamente la sociedad la que debe conocerla de manera sencilla y aún más cuando se trata de su dinero, como ocurre con las obras públicas, o cuando se pretenda real o simuladamente sostener que serán inversiones privadas, pero que al ser para la sociedad, adquieren otra consideración, pues afectarán a los que van a ser los usuarios finales, es decir nosotros los ciudadanos que acabaremos pagando por ellas.
Campanas al vuelo.
El optimismo y alegría con la que siempre recibimos los anuncios de inversiones y mejoras que nos cuentan que vamos por buen camino, no obstante que a estas alturas ya no deberían sorprendernos o extrañarnos, dado que al preguntar o ver lo que ocurre, salta a cuenta que sufren falta de estudios de pre-inversión, proyectos ejecutivos, aranceles, tarifas y, sobre todo, la solución, mitigación, compensación o mejoramiento que se tendrá con la obra que se presume.
Los más sorprendidos somos casi todos los ciudadanos, pues primeramente nos presumen de manera digital (renders) el cómo se verán los proyectos con los que nos llevarán al primer mundo, para seguidamente sitiarnos y prácticamente apresarnos con la difusión de indicadores, entrevistas, encuestas o declaraciones a favor y modo, que encontramos en cualquier medio de comunicación, alardeando la solución y mejoramiento que se obtienen con la ejecución de cualquier proyecto, por ello, es requerida una pausa para ser reflexivos y analizar aunque sea sucintamente todas las obras, por necesarias y “urgentes” que sean.
Recurrir y utilizar cualquier análisis, por discreto que sea, nos llevará a distinguir que, en la mayoría de las ocasiones, lo que se presume obedece a una metodología para ensalzar y encumbrar la obra, pues lo medular no se menciona y mucho menos se señala ni consigna, haciendo parecer que todo es “la octava maravilla del mundo”
Lo único que queda claro es que las medias verdades, son las que si abundan para matizar o disimular lo faltante.
Obras demediadas.
Bajo ninguna circunstancia debemos estar negados o dificultar la ejecución de cualquier obra de infraestructura que verdaderamente sea coadyuvante para el crecimiento y desarrollo sustentable de nuestra sociedad, muy por el contrario, siempre debemos apoyar todo lo que abone a ello.
Demediar las cosas implica la división de su esencia en dos, es decir, puede existir una parte con características mágicas como las que nos presumen, y otra de la que no se comenta o informa, y que si se hace, inmediatamente surgen los defensores y la aplanadora para acallar cualquier visto que empañe tal o cual visión que haya tenido el cuasi prócer para llevar a cabo, pero menos con argumentos o razones de los cuestionamientos que se hacen y que son producto de la falta de transparencia o carencia de proyectos de ingeniería que completen sus ejecuciones para el verdadero aprovechamiento de ellas.
Los efectos urbanos que distinguimos y padecemos, son consecuencia de la falta de políticas públicas en la Planificación Urbana y que se exacerban debido a la falta de vigilancia en la expansión que van experimentando las localidades.
Continuar “creciendo” bajo los mismos argumentos de seguridad, inversión y programas de movilidad, pero dejando a un lado la resolución del suministro de energía (en cantidad, calidad, servicio y además sustentable) combinados con el manejo de todo el ciclo del agua (captación, tratamiento, distribución) la contaminación y manejo de los desechos, la vivienda, las áreas verdes y de crecimiento, vienen a dificultar y agravar de manera inmediata la expansión física de las localidades que ofrecen condiciones económicas que deslumbran e interesan a muchos, quienes ni remotamente imaginan la falta de todo lo anterior o que son seducidos por desarrollos que ofrecen bondades que no pueden sostenerse a falta de lo mismo, pero que si causan impactos negativos a todas las localidades y los ciudadanos.
Para poder decir que habitamos verdaderamente una localidad, implicaría contar con un verdadero equipo formado por autoridades y ciudadanos, en donde cada quien se comprometa y haga su parte para lograr un verdadero desarrollo sostenible, debidamente articulado para todos.
Los beneficios que se pueden lograr con todo lo anterior, deben distribuirse de manera ponderada, en donde cada parte pueda beneficiarse dependiendo del rol que le corresponda, evitando agandalles y siendo una mejor manera de progresar al contar con mayores niveles de prosperidad, desterrando el gozo momentáneo que puede generarse o los beneficios económicos de solo unos cuantos.
Corolario:
“Es nuestra obligación evitar Infraestructura demediada”
- Fotografía en portada de Jacob Amson a través de Unsplash.