Dilema de Prioridades
“La mejor forma de predecir el futuro, es crearlo”
— Abraham Lincoln
En el complejo entramado de la planificación y ejecución de proyectos, la distinción entre lo urgente y lo necesario en el ámbito de la Infraestructura, es una encrucijada filosófica y práctica, que a menudo desata debates dignos de una comedia de enredos burocráticos.
Es la eterna pregunta del huevo y la gallina, pero aplicada a carreteras, hospitales y redes de comunicación: ¿atendemos la necesidad apremiante del momento o sentamos las bases para un futuro más robusto y sostenible?
Esta dicotomía no es un mero juego de palabras; es el epicentro de decisiones que pueden catapultar a una sociedad hacia el progreso o sumirla en un ciclo perpetuo de soluciones paliativas.
¿Qué debe atenderse primero: las demandas inmediatas que claman por solución o las obras estratégicas que garantizan desarrollo a largo plazo?
Esta discusión no es meramente técnica, sino profundamente política, social y económica, especialmente cuando la urgencia es tal, que los beneficiarios podrían no sobrevivir para ver los frutos de una solución más elaborada.
Enfoque.
La urgencia suele estar ligada a situaciones críticas que exigen acción inmediata: baches luego de las lluvias, una carretera intransitable o un sistema de drenaje colapsado tras una tormenta, etc.
Todas son demandas legítimas que, de no atenderse, generan caos y descontento social, sin embargo, lo “necesario” apunta a proyectos de mayor envergadura que, aunque menos visibles en el corto plazo, son esenciales para el desarrollo sostenible.
El problema radica en que mientras lo urgente grita, lo necesario susurra, y en un entorno donde los ciclos políticos son cortos y los votos se ganan con obras rápidas, los gobernantes suelen inclinarse por lo primero.
Un respetado ingeniero amigo ironiza diciendo: “En política, un bache tapado hoy, vale más que una autopista planeada para dentro de cinco años”.
Una herramienta útil para ordenar este caos es la “Matriz de Eisenhower”, que clasifica las tareas en cuatro categorías y cuadrantes:
I. Urgente e importante (acciones críticas que no pueden esperar).
II. No urgente, pero importante (proyectos estratégicos que evitan futuras crisis).
III. Urgente, pero no importante (demandas que distraen recursos sin impacto duradero).
IV. Ni urgente ni importante (pérdida de tiempo).
En infraestructura, el verdadero reto está en equilibrar el primer y segundo cuadrante, por ejemplo, reparar un hospital dañado por un sismo es urgente, pero diseñar un plan nacional de hospitales sismorresistentes es necesario.
Si solo se actúa sobre lo urgente, se vive apagando incendios; si solo se piensa en lo necesario, la población desespera.
Cortoplacismo.
Aquí es donde lo técnico choca con la realidad política, ya que los gobernantes, en su afán de mostrar resultados rápidos, suelen privilegiar obras visibles—un puente inaugurado, una carretera asfaltada—aunque estas no resuelvan problemas de fondo.
No podemos soslayar el proceder del sentido electoral— de los actores políticos, quienes rara vez se obligan a respetar la lógica técnica, cediendo ante la presión por obtener resultados inmediatos que puedan traducirse en votos convierte las necesidades en simples titulares y posterga el cambio de fondo.
El ciclo es predecible: el político promete resolver lo urgente con gran despliegue mediático, inaugura la obra a medio terminar y se retira dejando pendiente lo necesario, pero tan pronto llegan las lluvias, las grietas o los apagones, se culpa a la “falta de recursos” o, peor aún, al gobernante anterior.
Este juego de simulaciones hace que la infraestructura se convierta en un eterno remedio de emergencia, sin consolidar soluciones sostenibles.
Y es aquí donde la sociedad juega un rol clave, pues si los ciudadanos premian solo las obras inmediatas y castigan a quienes proponen soluciones estructurales, el círculo vicioso continuará.
Generalmente, lo “aburrido” de un plan maestro de movilidad, o un código de construcciones actualizado, salva más vidas que lo “emocionante” de inaugurar un nuevo parque o el “alivio” que genera una campaña de reparación de baches.
Equilibrios.
En definitiva, la infraestructura no es solo cemento y acero, sino un reflejo de las prioridades de una sociedad, la paradoja es que atender solo la urgencia, sin perspectiva de mediano plazo, termina por multiplicar la urgencia.
La diferencia entre urgente y necesario se disuelve cuando la omisión sistemática hace que todo sea siempre urgente, al final, la población paga el costo de la improvisación.
Construyamos, pues, no solo para hoy, sino para el mañana que merecemos, teniendo presente que la urgencia es el combustible de la política, pero la necesidad es el cimiento del progreso, solo cuando aprendamos a equilibrarlas podremos dejar de confundir la inmediatez con el verdadero desarrollo.
Corolario.
“Gestionemos mejor infraestructura, no la más rápida sino la más sabia”
- Fotografía en portada por Aron Visuals através de Unsplash.