“El progreso es imposible sin cambio,
y aquellos que no pueden cambiar sus mentes
no pueden cambiar nada”
— George Bernard Shaw
Vivimos en un mundo vertiginoso, donde la innovación no es una opción sino una necesidad constante, en este contexto, el papel del ingeniero se transforma: ya no basta con ser técnicamente competente.
El ingeniero del futuro, que en realidad es el ingeniero del presente, debe ser íntegro, integral y políticamente hábil para incidir positivamente en la sociedad.
Desde los inicios de la civilización, la ingeniería surgió como una necesidad social para resolver problemas, desde entonces, ha evolucionado de lo empírico a lo técnico, de lo artesanal a lo digital, de lo individual a lo colaborativo, pero hay algo que no cambia: la responsabilidad de usar el conocimiento para mejorar la vida de las personas.
Hoy, ese deber es más apremiante que nunca, porque aceptando que hemos alcanzado niveles de bienestar impensables décadas atrás, lo hemos hecho en muchos casos a costa de los recursos del planeta y el equilibrio social. Y eso ya no se sostiene.
INTEGRALIDAD.
Ser un ingeniero íntegro no es solo una cuestión ética (aunque eso ya debería bastar), la integralidad implica una visión multidimensional, donde la técnica, la sostenibilidad, la comunicación y la comprensión humana coexisten, es decir, hay que saber de estructuras… pero también de estructuras sociales.
El nuevo perfil del ingeniero exige no solo habilidades duras, sino también habilidades blandas: empatía, liderazgo, comunicación y capacidad política.
Y sí, de política.
Porque sino logramos transmitir el conocimiento técnico de manera clara y convincente a quienes toman decisiones, corremos el riesgo de que los que ocupan esos cargos tomen decisiones importantes por puro instinto, tal como ocurre cuando quien elige un platillo lo hace por el nombre sin leer los ingredientes, lo cual augura indigestión presupuestaria además de costar caro en términos de bienestar y sostenibilidad.
La política no es solo para los de traje, es saber moverte en el laberinto de los que dicen “sí” o “no”.
Si tu puente es brillante pero no logras explicarles a los actores políticos por qué no se caerá (ni cómo le subirá los votos), tu proyecto será un bonito archivo PDF.
Dominar el arte de negociar, exponer con gancho y hasta entender de presupuestos públicos es tan vital como resolver ecuaciones, porque de nada sirve ser un genio en silencio.
¡Aprendamos a hablar u otros nos comerán el mandado!
ESTRATEGIA.
La capacidad de saber comunicar resultados es crucial, por eso el ingeniero debe estar presente en las mesas donde se decide el rumbo de una ciudad, un estado, un país.
Es menester hacer política para comunicar con claridad y conectar con distintos públicos, simplificar sin banalizar, para vencer obstáculos e intereses de facto.
Un dato mal explicado puede ser ignorado.
Una propuesta técnica sin respaldo social puede quedar archivada.
Y una decisión sin planeación, termina con sobrecostos, retrasos y memes.
Por eso, el ingeniero del futuro tiene que ser un constructor de puentes, no solo de concreto, sino entre la técnica y la política, entre la academia y la calle, entre el conocimiento y la acción.
La falta de información técnica en los tomadores de decisiones a menudo lleva a acciones instintivas y carentes de planeación, lo que inevitablemente expone los recursos públicos y el bienestar de la sociedad.
La sostenibilidad no puede seguir siendo un tema de moda en presentaciones de PowerPoint, tiene que ser el núcleo de todas las decisiones de diseño, construcción, operación y mejora continua.
Esto implica formar profesionales capaces de actuar con visión global, pero con sensibilidad local, entendiendo los retos y necesidades de cada territorio.
ANACRONISMO.
La idea de que el ingeniero del futuro está por venir es falsa: el ingeniero del futuro YA está aquí.
Está en las universidades, en las aulas, en los laboratorios, en los talleres, en los barrios y también en las instituciones, lo que necesita es una plataforma que le permita formarse integralmente, participar activamente y contribuir con valentía.
No podemos seguir esperando que los problemas se resuelvan solos, necesitamos ingenieros con visión, compromiso y capacidad para dialogar con todos los actores, con el Estado, con la sociedad, con la industria y con la academia.
¡Ah!, y también con el vecino que todavía cree que el calentamiento global es un invento de los que venden ventiladores.
El llamado es claro: formar y respaldar a ingenieros que no solo sepan calcular estructuras sino también construir sociedades más justas, sostenibles y participativas, porque solo así, con ética, técnica y política, podremos avanzar hacia un futuro que valga la pena habitar.
Corolario.
“Un ingeniero sin integralidad es como un puente sin cimientos: puede parecer funcional, pero se cae ante la primera tormenta.”
- Fotografía en portada por Alain Pham a través de Unsplash.