Acuerdos en lo obscurito
“La Democracia es el peor sistema de gobierno,
excepto por todos los demás”
Winston Churchill
En ocasiones creemos haber visto y sobrevivido a prácticas y episodios de nepotismo, abuso de autoridad, dedazo o acuerdos de unidad en lo obscurito, los cuales fueron el común denominador de una época en la que todos esos males, eran el método de una práctica regular que los líderes de aquellos infortunados tiempos utilizaban para sus inconfesables tejemanejes.
Considerados hoy día como algo propio de cualquier película chusca o melodrama que evoque tiempos aciagos, supuestamente superados, recientes acontecimientos nos vuelven de sopetón a una preocupante tanto como inquietante realidad.
Partiendo del hecho que la Democracia nos obsequia la oportunidad de elegir con libertad lo que cada quien considere mejor, resulta que los antiguos métodos de control y mantenimiento de cuotas de facto hacen presencia en escenarios actuales.
Es pertinente dejar claro, que liderazgos de viejas organizaciones negadas a la modernización y dinámica de competencias actuales, han vuelto a recurrir a las otrora prácticas de antiguos caciques.
Recordemos que toda esa serie de artimañas y subterfugios, les permitieron obtener canonjías y cargos para enriquecerse a costa de sus miembros, a más de aprovecharse y “forjar” incalculables fortunas y numerosas propiedades.
Lo anterior nos lleva a inferir con muy poco márgen de error, que ese es el motivo principal por el cual están recurriendo al reciclaje de estos cuestionables métodos, con el fin solamente de mantenerse y garantizar: impunidad, supervivencia propia y las de su prole.
Votar es la forma más clara y legítima con la cual los ciudadanos podemos contar para poder seleccionar qué proyecto y a qué persona se prefiere, pero si todo se decide entre unos pocos, es decir entre unos cuantos que se presumen iluminados, entonces se pierde esa voz ciudadana que al final, es la que debe sostener cualquier cargo de representación, sea público, empresarial, profesional u obrero.
Cuando hay elecciones, los candidatos tienen que explicar qué proponen para convencer a sus votantes, además de obligarse a rendir cuentas, exponiendo a la luz su persona y patrimonio, porque si solo se ponen de acuerdo en lo obscurito, nadie se entera ni les exige nada.
Un proceso electoral libre, permite a los electores expresar y decantarse de manera directa por sus preferencias y prioridades, algo que no ocurre cuando los cargos se asignan por acuerdos cupulares o negociaciones a puerta cerrada, lo que elimina la representatividad genuina, y quienes resultan designados, no necesariamente cuentan con el respaldo popular.
Una plantilla de unidad consensuada y sin votación, expone viejos vicios entre ellos, consolidar el poder de grupos de facto que impondrán su voluntad sobre el interés general, solamente para preservar, cuidar y garantizar que sus intereses particulares queden a salvo por sobre el interés de los votantes.
Un “acuerdo de unidad”, es un gran simulador de alianzas en pro de las organizaciones, eliminando alternativas, lo que nos conduce a deducir que ese “gran amor y cariño” que dicen profesar y anteponer por la supervivencia de la organización, es un verdadero sofisma tan falso como un billete de tres pesos.
LEGITIMIDAD.
Cuando la población percibe que las autoridades surgen de un proceso abierto y competido, se fortalece la confianza en las instituciones, en tanto, si todo se decide por pactos internos, crece el escepticismo y el desapego ciudadano.
Un líder que llega por un acuerdo de unidad, lo hace atado de manos y obedece a quienes fueron los artífices de ese acuerdo, y no por la base de agremiados.
La práctica electoral educa a la sociedad en el debate, el contraste de propuestas y la responsabilidad del voto, renunciar a ello y proceder por la vía de acuerdos cupulares, es dimitir a una parte esencial de la cultura democrática.
La gente confía más cuando sabe que pudo participar y que su voto cuenta, mientras que, si todo es un acuerdo entre cúpulas, crece la desilusión y el rechazo a la política y sus liderazgos.
Elegir es aprender a dialogar, a proponer y a asumir responsabilidades, pero si nos saltamos ese proceso, perdemos una oportunidad de crecer como sociedad, por eso, vale la pena defender siempre el derecho a elegir.
Es urgente poner atención a estas señales que hoy percibimos de regreso e in crescendo, para restablecer los avances democráticos duramente logrados, en los cuales las organizaciones deben ser vanguardistas y no recicladas.
Corolario:
“La madurez de una organización se demuestra con su capacidad de llevar un proceso electoral limpio, para su propio beneficio sin dividirse”
- Imagen en portada generada con Gemini.