Artistas en la selección talentos
“El juicio primero que se forma de un soberano y de su entendimiento, se apoya en el examen de los hombres que le rodean”
(Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe” pág. 134)
El contexto intelectual y político que hoy vivimos tiene un origen milenario pues su punto de partida se remonta a los tiempos durante los cuales los filósofos, expresaban sus opiniones en cuanto a las características y condiciones que debían reunir los gobernantes, en la misma Plaza principal a oídos de todos.
Mucha tinta ha corrido por el cauce del asunto, empero, lo que debe prevalecer, es una atinada selección de los responsables técnicos para determinar la conveniencia de toda infraestructura según la evaluación del sitio, recursos y tiempos para resolver el problema planteado al funcionario.
Maquiavelo en su célebre obra “El Príncipe” publicada en 1532, describió al gobernante de un Estado moderno (en aquellos años) fijando la Ética al servicio del interés de la supervivencia del propio Estado, confundiendo en ocasiones la del mismísimo gobernante, enfoque que contra lo que ingenuamente se piensa, pervive con fuerza en nuestros días.
Este punto se desvanece al haberse abaratado con el argumento populista de que democratizando el Estado, todos tienen derecho, inclusive supone que “cualquiera”, sin especiales requisitos o credenciales, más allá de la cercanía personal al funcionario en turno, pudiera participar en la tarea de gobierno.
Apreciando que todos pueden, si y solo si, cuentan con capacidades técnicas y formativas en el área de competencia, lo cual no se acredita solamente asistiendo a un curso nocturno.
La paradoja de que un ingeniero pueda desempeñarse como encargado de salud solo por ir a un diplomado de administración de hospitales, deja una brecha muy amplia de efectividad.
VALOR Y PRECIO.
Esto no ha sido siempre así ni debe necesariamente serlo, pues una auténtica democracia debe servir también para seleccionar a los mejores talentos que hombres y mujeres pueden aportar a la administración pública sin ser militantes partidistas.
De hecho, en otros países u organizaciones de corte supranacional resulta plenamente aceptado que la discrecionalidad del presidente no es total para nombrar a los miembros de su gobierno, siendo que sus propuestas deben pasar la aprobación de un grupo Colegiado, que en ocasiones rechaza a la persona postulada por no resultar idónea para el cargo, sin que nadie se escandalice por ello.
En la faena de selección, distinguimos tenuemente dos conceptos, el “Servicio público” y el “Servidor público” separados por una delgada línea que disgrega las notables diferencias que cada una conlleva, al ser el primero estratégico y el segundo operativo.
Últimamente, los partidos seleccionan a sus candidatos pensando en armar poderosas maquinarias electorales para alcanzar la victoria, pero no prestan la misma atención para ejercerlo con rigor y eficacia técnica.
En el mejor de los casos, lo dejan para el día después de las elecciones, cuando verdaderamente inicia el juego en el que impera el pago de favores o la ponderación de equilibrios cuando no otros motivos inconfesables.
Dejar de lado esas vetustas prácticas que segan de tajo el mérito y la capacidad, premiando solamente fidelidad o pertenencia a determinado partido político, es el punto de mira para saber rodearse del mejor equipo para gobernar.
Tras el juego electoral, parecería más importante hablar de la pintura del barco, del rumbo de la travesía o la sonrisa del capitán, contra lo realmente importante como el funcionamiento de la sala de máquinas, el conocimiento de las cartas náuticas y si sabe qué hacer ante una eventualidad en altamar.
Cuando se antepone la ideología, se olvida que también para llevar nuevas ideas a la práctica con éxito, se requiere tanto de gobernantes aplicados como de ciudadanos exigentes y participativos.
Resulta inocuo valorar criterios de eficacia o profesionalismo, si desconocemos la dimensión de los asuntos y el territorio, por eso la visión de los técnicos, debe complementar la del líder gobernante ante la urgencia para resolver las crecientes dificultades y alcanzar mejores niveles de bienestar colectivo.
Ejemplos de malas decisiones públicas por falta de estrategias integrales, donde soluciones parciales para enfrentar un problema global como la movilidad, acaban generando dificultades mayores al no considerar los posibles efectos secundarios en otros sectores.
Así, los obstáculos serán la resolución de problemas que los anteriores les heredaran derivados de malas estrategias, sorprendiéndonos de que cuánto más difícil es gobernar, menos atención tenemos en vigilar adecuadamente la selección de los perfiles necesarios para alcanzar objetivos.
Establecer políticas públicas sobre los requisitos que deben reunir y cumplir los funcionarios de primer nivel en cuanto a su competencia profesional, evitará que, por motivos de simple oportunidad política, de confianza o incluso de otra índole menos confesable se les confieran.
LEGITIMIDAD.
Una persona legitimada por la ley y las urnas para cumplir sus objetivos tiene que saber seleccionar un buen equipo de colaboradores para que pueda escuchar sugerencias y alertas sobre riesgos o costos no previstos en obras aparentemente urgentes.
En ocasiones, da la impresión de que muchos líderes políticos rechazan especialmente alrededor suyo, a quienes tienen criterio propio y son capaces de exponerles con datos duros los pros y contras.
Paciencia y mente abierta son protagonistas por igual, dejando papeles secundarios al resentimiento de quienes, contenidos por temor, sumisión o zalamería guardan su opinión diciendo y aplaudiendo lo que aquellos quieren oír.
Designaciones atinadas representan ahorros significativos al minimizar gastos burocráticos de gabinetes abultados conformados por personal “de confianza” como consecuencia de la “falta de confianza” del mismo dirigente (Valga la cacofonía)
Como consecuencia, la Democracia garantiza que cada cual pueda desarrollar todo su potencial pues “todos valen para algo” así que apuntemos que ese algo, sea solamente la excelencia.
No perdamos de vista que una cosa es que “todos valgan para todo” o que “todos valgan lo mismo” contra valer para desempeñar una responsabilidad sin tener las credenciales técnico-formativas de ordenanza para ocupar cualquier puesto en la sociedad o servir en el gobierno.
Que cada uno saque sus conclusiones para estar a la altura y enfrentar los principales retos que tenemos como sociedad, incluidas las crisis política y económica.
Corolario.
“Identificar talentos con compromiso colectivo, responsabilidad de un buen gobierno”
- Fotografía en portada a través de Unsplash.