“El conocimiento sólo es conocimiento, cuando ha sido adquirido mediante el esfuerzo realizado por el pensamiento propio, y no únicamente por la memoria”

León Tolstoi

Generalmente creemos que nuestra capacidad de pensar es suficiente cuando se trata de tomar cualquier decisión, sin embargo, esto es algo que no se nos da muy bien a los seres humanos.

Realizar el esfuerzo para pensar asertivamente en asuntos especializados con el fin de decidirnos por las mejores opciones, no es algo que se acomode a todo el mundo, inclusive algunas veces nos dejamos llevar por otras voces, compadres o circunstancias.

Lo anterior se convierte en algo chusco cuando recurrimos a falacias tratando de argumentar que la equivocación de nuestro razonamiento fue por no haber sido consientes de ello o que “nos dejamos llevar”

PENSADORES.

Durante el llamado “Siglo de las Luces” se destacó la corriente intelectual conocida como “La Ilustración” con la cual se hizo frente al fanatismo y la superstición que existían, sin embargo, lamentablemente hoy al parecer el ciclo lo estamos volviendo a padecer, pero con otros nombres.

Immanuel Kant (filósofo prusiano,1724-1804) fue quien realizó la propuesta de que cada cual ha de acostumbrarse a pensar por sí mismo, según su propia razón, sin aferrarse infantilmente a la cómoda tutela de los prejuicios y dogmas del momento que destruyen la razón y someten el libre pensamiento hacia mejores ideas. (He aquí la analogía con la actualidad)

Son tantas las preguntas que nos hacemos todos los días, que es imposible arribar a una respuesta para cada una de ellas, inclusive utilizando el método científico, así como tampoco hemos tenido la suerte de experimentar todas y cada una de las contingencias que la vida nos depara.

Cuando los asuntos de la cotidianidad nos exceden o los evadimos, es natural querer entregar las riendas a otro que tiene autoridad, empero, decidir correctamente a quién se lo entregamos es crucial para nuestra supervivencia.

Cuando volamos en un avión, la autoridad sobre los controles se la entregamos al piloto, no a los pasajeros, ni a los políticos ni a nosotros mismos, al igual que en los asuntos de infraestructura debemos recurrir a los ingenieros en quienes podemos delegar sin pensar mucho ni cuestionar.

CRISIS.

Hoy estamos escuchando por todas partes algo inédito que está ocurriendo y se ha definido como el principio de “crisis de autoridad”.

A saber, el principio de autoridad es una de las vías a través de las cuales adquirimos saber y no solamente escuchando a alguien a quien supuestamente se le asigna poder y “conocimiento” y…creerle, como en la pre-ilustración, pues al hacerlo, le estamos entregando autoridad.

Debemos darnos cuenta que al emitir una opinión, esta pudiera provenir de haber cerrado los ojos, o tal vez no haber decidido completamente por nosotros mismos, o no haber leído lo que se dice en diferentes medios, o revisado encuestas o lo que opinan los expertos.

Lo anterior genera dos escenarios, el primero no corresponde a la autoridad per se, sino que es nuestra propia autoridad para evaluar de manera autónoma, informada y sin recurrir a otros, y el segundo, es nuestra autoridad para decidir a quiénes si escuchar y seguir.

Aceptando sin conceder que ocasionalmente debamos recurrir al principio de autoridad buscando el consejo de alguna persona, grupo, medio o la internet, es algo que sin duda seguiremos haciendo.

Como vemos, la autoridad no está en crisis, somos nosotros los que estamos cada vez más entregados a ésta y debemos rescatarnos.

ANTÍDOTO.

El principio de autoridad se neutraliza con el método científico, ya que este busca la verdad a través de la experimentación sistemática y la aplicación de la lógica, sin embargo, suponemos que la autoridad en la que confiamos lo utilizó en su momento, para arribar a lo que nos está ofertando.

Otras maneras podrían haber sido aprender a golpes a través de los años, adquiriendo así su sabiduría como también a veces, simplemente creerles porque tienen alguna reputación o, simplemente, porque logran seducirte.

Como inferimos, lo que está en crisis es nuestra capacidad para llamar a las cosas por su nombre y decidir de manera autónoma, informada y procurando el beneficio colectivo.

Por eso debemos aplicar de manera prolija nuestra capacidad de evaluar y sacar conclusiones válidas, para así poder abstenerse o evitar consultar ciegamente a una autoridad para que nos guíe.

Es crucial determinar cómo y a quién elegimos como autoridad, pues se le depositará confianza y eso, solo nos corresponde a cada uno de nosotros quienes finalmente acabaremos asumiendo el pago del precio por nuestras decisiones.

Corolario.

“Debemos conocer para asumir responsablemente nuestra propia autoridad”

  • Fotografía en portada de Jarl Schmidt a través de Unsplash.