Durante las campañas electorales, de manera cíclica se acostumbra e incluso se suele “aceptar” que los candidatos de los partidos en el gobierno publiciten la obra pública como resultado de una buena administración.

Desde la mano siniestra se da la coyuntura para que los partidos de oposición traten de maximizar errores, corruptelas y opacidad por parte de los gobernantes en el proceso de construcción de las mismas.

A lo anterior, podría agregarse lo que ocurre cuando no hay construcción de obra, pues los opositores aprovechan este punto como parte de las críticas y el golpeteo hacia los candidatos del partido en el gobierno.

Las democracias modernas, se legitiman no sólo con la participación mayoritaria de la sociedad en los procesos periódicos de renovación de sus gobernantes, sino también con buenos resultados en el ejercicio de su administración.

Y en ello precisamente, es donde la construcción de más obra pública juega un papel importante, pues la valoración de la ciudadanía no solo se centraliza en los montos de inversión.

Por eso, en tiempos electorales, la coloquialmente llamada campaña, aumenta significativamente el gasto en difusión y, sobre todo, en el gasto presupuestal dedicado a la construcción y ampliación de obras, así como a la dotación de servicios públicos.

Maniobras.

A efecto de ir comprendiendo la esencia de lo que son las campañas, tenemos que conocer su raíz.

El término campaña, tiene su origen en el ámbito militar para referirse a una acción colectiva, es decir una especie de incursión, la cual era orientada a conseguir un objetivo táctico determinado.

Hoy día, “las campañas electorales son esfuerzos proselitistas cuyo objetivo central no sólo es ganar votos, sino también retirárselos a la competencia” (Godínez y Cornejo)

Desde una perspectiva romántica pero pragmática a la vez, las campañas electorales son procesos intensos de propaganda, seducción, proselitismo y defensa del voto, que realizan los partidos en la búsqueda de espacios de representación pública.

Se complementan con las estrategias y esfuerzos de persuasión hacia todos los votantes, para evitar a toda costa, que sus opositores ganen las elecciones y para ello recurren a presumir o prometer inversiones vanguardistas.

Obra pública

El término obra pública refiere a todo lo que pertenece a la sociedad y, por lo tanto, es común a la colectividad.

Resumiendo, podemos decir que es toda obra o trabajo principalmente de construcción de infraestructura, financiada con recursos públicos, que desarrolla el Estado.

Su fin social, tiene como objetivo el beneficio de la población, así como el mejoramiento de la calidad de vida y la prosperidad general.

Igualmente debería corresponder a la atención de una demanda o carencia ciudadana, para resolver insuficiencias de la comunidad, lo que, sin duda, abonaría a legitimar al partido o grupo político que se encuentra en el poder.

De hecho, este es el incentivo fundamental y debería ser el más importante que tienen los partidos políticos al impulsar la construcción de obra pública.

Hipotéticamente, si procedieran de manera asertiva, sin duda alguna generarían la aprobación general de la sociedad y en su momento, ganarían los apoyos y votos de los electores para los candidatos afines a los partidos gobernantes.

Es importante destacar que, en los resultados, no se pueden olvidar ni mucho menos soslayar, los factores que obedecen a intereses particulares o de negocio (“bisnes”) que hayan sido debidamente expuestos.

Son precisamente estos factores, los que se disimulan o esconden, mimetizándolos con acciones de supuestos émulos de prócer o aprendices de estadista.

Sin embargo, cuando llegan a ser conocidos por la sociedad, se explican y entienden en parte, los resultados finales de una elección, por ello, descubrimos el esmero que ponen al “matizar” a modo las obras.

Retornos.

Una de las estrategias más comunes que utilizan los partidos gobernantes, es impulsar la construcción de obras públicas inmediatamente antes y durante los años electorales.

Los promocionales de cualquier acción por insignificante que sea, se repiten y difunden mediáticamente una y otra vez, antes y durante los periodos de campaña, con el objetivo de generar un mayor número de votos a favor de sus candidatos.

De esta forma, se apuesta y suele creerse que la construcción de obra pública es bien vista por los ciudadanos en tiempos electorales, y que estas obras ayudarán a los partidos gobernantes a conseguir un mayor número de votos, lo que, en consecuencia, teóricamente, les facilitaría ganar las elecciones.

Nos queda claro lo que generalmente ocurre cuando los gobiernos en turno tienen un sub-ejercicio de los presupuestos para construcción de obra en años no electorales.

¡Ah! …pero eso es algo que no acontece en los años en los que se realizarán comicios para renovar a los titulares de los poderes públicos, pues durante ellos, se impulsa la construcción de obra y se aumenta el monto de los presupuestos públicos para construir infraestructura o dotar a la población de ciertos servicios y obras.

En el caso de nuestro país, históricamente la obra pública realizada por el gobierno federal ha disparado sus tasas de crecimiento y endeudamiento en los años electorales.

Una vez transcurridos los comicios, esta se reduce significativamente, haciendo que este mal ejemplo (tanto periódico como recurrente) se advierta por igual, con cualidades análogas y por la misma propiedad transitiva utilizada en las matemáticas, a los otros dos niveles de gobierno, es decir al estatal y al municipal.

Las pruebas están a la vista.

“Boomerang”

La construcción de obra pública por sí misma, no necesariamente genera un mayor número de votos para los partidos gobernantes y sus candidatos.

La relación no es directamente proporcional ni mucho menos mecánica, como tampoco se puede establecer una relación positiva de que, a más obra pública, corresponde entonces un mayor número de votos.

Por el contrario, ha habido ejemplos en materia de obra pública en los que por corrupción (descuidos, abusos, errores, incumplimiento, etc.) de los gobernantes y la inefable impunidad que los protege, se ha generado una reacción de efecto contrario.

En términos coloquiales este es conocido como “efecto boomerang” en la que más que votos, la mala gestión y calidad de la obra pública, así como la revelación de los sombríos intereses que dieron lugar a determinada obra, genera inconformidades y protestas de diferentes grupos sociales, que “pasan factura” a la hora de sufragar, es decir, se le revierte al promotor.

En otro orden de ideas, tenemos que considerar que la construcción y manejo de obra pública, se utilizaría no solamente como debería, es decir, para generar consensos sociales y legitimidad política.

En este mismo sentido, resulta que también se podría estar aprovechando para obtener distintos beneficios económicos, desde luego marginales y sesgados a la legalidad, con la finalidad de poder financiar parte de los gastos de las campañas electorales.

 “Es un secreto a voces, la existencia de un proscrito, arcaico y multicolor sistema, a través del cual opera un sofisticado, disimulado, escondido y misterioso método de comisiones, moches, retornos, mordidas, diezmos, coimas, gratificaciones o como inventen llamarlo, a través del cual, dan o se les exige a los contratistas de obra, el ofrecimiento y garantía de que tendrán trabajo”

Se rumora que, con estos montos, que pueden oscilar entre el 10 y el 30% del costo total de la obra, los malos gobernantes podrían obtener recursos económicos para su beneficio personal o para apoyar a sus candidatos a un puesto de elección popular.

Es vox populi de que se les acusa de corruptos, no de tontos así que difícilmente alguien podría aceptar que formó parte de esta tenebrosa red.

De hecho, en algunos países de Latinoamérica, de los coloquialmente llamados “bananeros” la construcción de obra pública ha sido utilizada históricamente como una gran fachada para obtener ilícitamente recursos públicos y financiar campañas electorales entre otras.

Para que la obra pública se convierta en un componente de peso y proporcione una especie de ventaja política, es importante cuidar de manera prolija, los tiempos, la gestión del proceso de construcción, la calidad de la obra, así como evitar los escándalos generados por corruptelas, mala ejecución y sobre todo y no menos importante, socializar eficientemente la misma.

En suma, muchos de los problemas que se generan en materia de obra púbica están relacionados con el manejo deshonesto de los recursos presupuestales que, al trascender a la opinión pública, derivan en escándalos mayores para los gobernantes en turno y sus partidos políticos, dando pie a notas fuertes, así como acusaciones políticas por parte de los opositores.

De esta forma, debido a la importancia y sensibilidad que resulta tanto la construcción de obra pública como la dotación de servicios para la ciudadanía, solamente un asunto debe prevalecer y es: la escrupulosa y transparente gestión de todas ellas, sean o no tiempos de campaña.

En general, los electores valoran mejor y reconocen a los gobernantes cuando estos realizan obra pública trascendente, pero de manera transparente.

Corolario:

“Eficiencia y transparencia en la gestión de obra pública, fórmula ganadora para el bienestar colectivo”

  • Fotografía en portada por Troy Mortier a través de Unsplash.