Para todos los ciudadanos que a diario tenemos la oportunidad de andar o recorrer las calles, ya sea por ocio o por cuestiones de trabajo, se nos presentan diferentes imágenes y situaciones que nos asombran y recuerdan que vivir en sociedad, obliga al cumplimiento de normas establecidas para, supuestamente, hacer más amigable y digna nuestra convivencia en el espacio público que todos debemos respetar y exigir su respeto.

En este sentido, es ineludible reconocer que lo que a veces vemos y aceptamos, en ocasiones no corresponden a lo que debe ser, sino que simplemente nos hacemos de la vista gorda y murmuramos en nuestros adentros las molestias de lo que ocurre.

Lo anterior nos expone que no todo avance representa mejorar, pues la propaganda y difusión de noticias que presumen todas las acciones que las autoridades realizan, si bien es cierto que son destacables, igualmente resultan cuestionables ya que, para mejorar, las bases deben ser firmes y contrastables para garantizar que los avances, son reales.

En cuanto al espacio público, la normativa urbana, la movilidad y los servicios, es fundamental respetar sus marcos normativos para poder establecer dentro de ellos, las nuevas acciones encaminadas para avanzar, ya que de esa manera, los ciudadanos podremos tener elementos para considerar en la evaluación de lo que se anuncia y presume, y si cumple verdaderamente abonando a mejorar, ya que no solo se trata de evaluar la imagen o popularidad en los anuncios, sino efectividad para la colectividad y las localidades.

Sin darnos cuenta hemos estado viviendo en un lugar y en unas circunstancias dadas, que ha tenido como consecuencia la revelación de un moderno ecosistema que se caracteriza por la aparición de expertos en lo que técnicamente se denomina como Demoscopia, que es la rama o disciplina de la ciencia política y de la sociología, dedicada al estudio de la opinión pública, es decir, es la encargada de investigar el comportamiento y preferencias de los seres humanos derivados de sus interacciones en sociedad.

Esto ha tenido como resultado la implantación de la práctica de la perpetuación en cargos en provecho propio, cubiertos de un fino velo de narrativa justificante a través de encuestas de popularidad, que en ocasiones son encargadas con un objetivo de inicio y mismo destinatario, que solo revelan lo que se quiere escuchar, excluyendo opiniones que no se encuadren dentro de las pretenciones del promovente.

Sin soslayar los resultados que estos métodos utilizan, si lo que se pretende es tener una verdadera medición de la gestión sin etiquetar personajes, primeramente debemos ser incluyentes y visibilizar todas las opiniones en cantidad suficiente, particularmente de quienes se verán tanto beneficiados como afectados, por cualquier medida que se imponga para tener datos verdaderos de una buena administración de lo público para beneficio de todos. Este es el verdadero punto de mira de una buena gestión de administración.

Sub niveles: Conformismo y mediocridad

La base sobre la que descansa literalmente, el moderno modelo de gobernanza que se pretende lograr, es el de encomendar la responsabilidad a los ciudadanos más capaces para implementar las mejores prácticas de administración, gestión y construcción de infraestructuras, que respondan a los requerimientos que los tiempos actuales y futuros exigen, privilegiando en todo momento la sustentabilidad para no dejar a nadie en desventaja ni con afectaciones en su patrimonio y costumbres. Esto no es una cuestión de popularidad sino de una verdadera y eficaz gestión, que emana de procesos analíticos dinámicos y prolijos que proceden de una planeación adecuada.

No obstante, que el conformismo y la mediocridad, son dos sub niveles que, a nuestro pesar, han venido a instalarse cómodamente, es preciso analizar esta situación a fin de conocer cuál es la responsabilidad que tenemos en ello.

Partiendo de que para “avanzar” de manera simplificada y cómoda, hemos cedido voluntariamente y de buena fe, la administración de nuestro territorio y bienes públicos como ciudadanos a favor de quienes la mayoría decide, también es cierto que ocurren situaciones que no responden a lo que la colectividad aprueba, sino que el conformismo hace que se materialicen con los impactos negativos correspondientes.

Desde el conformismo que es el primer infra-nivel, se llega finalmente a lo que conocemos como mediocridad, que es el segundo y aún más profundo infra-nivel, como una grave consecuencia por la inacción de quienes evitan contraflujos y se ubican a contemplar desde la placidez y comodidad al no verse afectados primeramente con respecto a los demás, y a pesar del malestar de otros, permitiendo que las cosas ocurran nada más.

En el mejor de los casos la conformidad y coartada por la mediocridad, ocurre por la falta de acciones cívicas y falta de participación, dada la incuestionable amenaza de persecuciones de cualquier índole, facilitando acciones de poder excesivo sin contrapesos que moderen las actuaciones de autoridad.

Panorama.

Este obscuro panorama al que hemos llegado por culpa de nosotros los ciudadanos, ha permido que determinados vicios se instalen en la clase gobernante sin que hagamos lo mínimo por evitarlo, permitiendo de esta manera que paulatinamente la calidad de los gestores sociales se vaya reduciendo hasta prácticamente desaparecer, como consecuencia de los métodos empleados y los temores que se imponen al verse potencialmente perseguidos.

Así es como nos hemos ido desentendiendo de la clase política, y la sociedad civil se ha ido separando cada vez más de la toma de decisiones que afectan a la totalidad de la ciudadanía. Somos todos cómplices del daño causado.

Está demostrado que la gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de la gente. El conformismo en el que vivimos ha hecho que nuestra sociedad se vea inmersa en una rutina que nos ha conducido a una zona de confort, que limita nuevas oportunidades y posibilidades de estar mejor.

Ejemplificando podemos citar, el uso y abuso de los espacios públicos por cualquier persona o actividad con el argumento de que necesitan trabajar y que nos dan lástima, así como desarrollar alguna obra aun sabiendo que se afectará a la sociedad, pero argumentando que es para tener obras de vanguardia, aunque no cumplan con las normas o se encuentre un subterfugio para obsequiar los permisos.

Es así como podemos encontrar cualquier cantidad de situaciones, eventos o desafortunadas actuaciones que son ilegales para unos, mientras para otros no les pasa nada y algunos otros, los menos, se benefician con estas cosas que suceden o permiten que acontezcan.

De seguir siendo así, entonces estaremos aceptando y seremos bienvenidos a un nuevo modelo, al del régimen de la mediocridad.

Es el momento para evitar continuar escuchando frases como: “no es posible, es que no puedo, es todo lo que puedo hacer, así está bien, hay peores, no me quiero comprometer, me van a castigar, etc.”

Todo lo anterior es un pésimo argumento para no crecer, ni mejorar, ni arriesgarse ni mucho menos vivir a plenitud.

Corolario.

“Aplicar nuestras capacidades para mejorar, distingue a las personas competentes”

  • Fotografía en portada de Mostafa Meraji a través de Unsplash.