Una de las transformaciones más significativas en la autorización de los presupuestos para la inversión en obra pública y/o cualquier proyecto de Infraestructura, como consecuencia directa de la Democracia, es la que corresponde al método llevar a votación cada una.

Para ello, los cabildos o las cámaras que correspondan de manera económica, deben manifestarse a fin de que sea la mayoría, quien decida toda vez que conozca los motivos, montos, plazos y conveniencia de cada una de ellas.

Teniendo todos los elementos anteriormente citados, deberán llevar a cabo el procedimiento de votación correspondiente, sin olvidar que deben estar previamente consideradas en el programa de desarrollo que se trate y contar con todos los permisos, estudios técnicos y económicos que tienen que cumplir.

Lo anterior debería ser una especie de antídoto ante ocurrencias, disparates o quimeras que suelen ocurrir para conseguir otros fines y realizar cualquier obra.

Lo que ha sido un esfuerzo continuado para garantizar el acertado uso de los cada vez menores y escasos recursos económicos, hoy día representa una amenaza ante las prisas y carencia de partes sustanciales de los proyectos.

Asumiéndolo como una estructura, prácticamente estaríamos desafiando su estabilidad para permanecer de pie, ante los embates que un fenómeno sísmico de grado 10 Richter al que es sometido al carecer de soporte técnico suficiente, amén de la socavación de sus basas, cada vez más endebles por las prisas de las evaluaciones.

¿Autorización mayoritaria o mayoriteo?

Es menester hacer una pausa para tratar de entender este término que hoy representa una amenaza en lugar de una ventaja.

El pluralismo que vivimos y que supuestamente nos garantiza la representación de las diversas minorías, debe funcionar como una útil herramienta que responda a que el beneficio o superioridad del 50% más uno, evite un giro al autoritarismo de antaño, sin embargo, desgraciadamente parece que de nuevo asoma cándidamente a escena.

Hoy en día, el mayoriteo que estamos viendo en la aprobación de algunos proyectos de infraestructura, parecen más susceptibles de ser distorsionados y utilizados en beneficio de una minoría.

Es decir, la democracia mayoritaria se vuelve mayoriteo, y cuando eso ocurre la mayoría pierde legitimidad, y su fuerza queda reducida a números que nos hablan de cantidades, pero nada dicen de las razones de las obras que se votan.

El mayoriteo es el recurso ciego a la superioridad numérica, que se utiliza como un mazo para acallar la discusión, es la ausencia de debate. Es: “vencer para convencer, en lugar de convencer para vencer”

Ante el panorama que tenemos al frente, los cuestionamientos obligados son:

  1. ¿El que tiene la mayoría pretende que todos se ajusten a la misma regla?
  2. ¿Conocen los alcances y entienden lo que aprueban?
  3. ¿Temen exhibir dudas o titubeos?
  4. ¿Están dispuestos a convocar a expertos independientes y a la sociedad civil?
  5. ¿Están dispuestos a escuchar y debatir las propuestas para las obras?
  6. ¿Aceptarán cambios en los proyectos para mejorar?

Ciudades Inteligentes (SC).

Recientemente estamos escuchando y viendo noticias relacionadas con las “Ciudades Inteligentes” pero debemos aclarar que esto no es una película del futuro, sino todo un sistema de funcionamiento que tiene ciertos acotamientos.

Mediáticamente se difunde como algo extraterrestre o que con ello ya estaremos insertados en el primer mundo, cuando en realidad del discurso al hecho hay un gran trecho, pero sobre todo un gran presupuesto. Veamos.

Las ciudades inteligentes (Smart Cities “SC”) son un sistema complejo que implica nuevas tecnologías e innovación para funcionar como toda ciudad debería hacerlo: logrando su desarrollo sostenible y otorgando el máximo beneficio al ciudadano.

Una de las características básicas de las Ciudades Inteligentes, es que fijan sus acciones y gestión en conocimiento adquirido a través de los mismos ciudadanos, incluso para anticiparse a lo que pueda suceder. Pero ¿cómo funcionan?

Una ciudad inteligente integra a la sociedad con su gobierno, es decir a todos.

Su objetivo es lograr la gestión a través de aplicaciones (apps) con los teléfonos inteligentes y Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s), para detectar necesidades de los ciudadanos y generar soluciones en tiempo real, que abonen al bienestar social.

El gasto mundial anual en tecnologías para ciudades inteligentes, se calcula alrededor de 80 billones de dólares, valor que seguirá en aumento año con año.

Las inversiones se hacen mayormente en transporte público debidamente conectado, utilizando programas de movilidad eficiente, seguridad de datos públicos, energía e infraestructuras inteligentes. Éstas últimas, invariablemente con aporte al bienestar del medio ambiente.

El buen uso de las nuevas tecnologías supone crecimiento y desarrollo sostenible de las comunidades, favoreciendo el progreso social, reduciendo el gasto de gobierno al ser más eficiente, mejorando la gestión de los procesos y servicios públicos, una mejor identificación de necesidades y planeación, pero, sobre todo, respuestas diligentes y asertivas para dar soporte a la sociedad.

Costos.

Es muy alto el costo que todos tendremos que pagar, porque a quienes corresponde votar de manera razonada las autorizaciones de los proyectos y obras que estén debidamente integradas y evaluadas, no hacen lo que tienen que hacer.

Favorecer con su asentimiento, no es votar a ciegas y sin discusión la propuesta de quien se los haya hecho llegar, sino proceder con ética, de manera transparente y en bien de la sociedad y del planeta.

Aquí estriba el verdadero blanco de este asunto, es decir, tenemos que exigir que los representantes a quienes les conferimos la confianza de ser nuestros delegados a la hora de definir los proyectos de inversión, verdaderamente evalúen, escuchen y se asesoren para autorizar cualquier obra que se presente.

Es impostergable tanto como inaceptable, que con la narrativa de que al ser algo del futuro, se nos venda o haga trueque como “espejitos” y se pretenda simular como algo urgente y necesario, para aprobarse sin la debida evaluación.

Necesitamos el concurso de los profesionistas en las distintas ramas y sobre todo de la sociedad, ya que esto ni es magia ni tampoco nos convertirá en una sociedad moderna y de primer mundo por aprobar a la ligera los proyectos.

Por todo lo anterior, no podemos dejarnos sorprender con la pretensión de suplir la pérdida de esas mayorías a la hora de votar las autorizaciones utilizando el oprobioso mayoriteo.

Corolario.

“El razonamiento y la integridad son el antídoto al mayoriteo”

  • Fotografía en pantalla por Anne Nygard en Unsplash.