No guardemos en el cajón las nuevas propuestas.

Con la llegada de la Revolución Industrial, el mundo se ha venido transformando de manera rápida, propiciando un acelerado proceso de urbanización que alteró profundamente las estructuras socioeconómicas, así como la mentalidad de los hombres.

El hábitat pasó de ser predominantemente rural con ciudades poco pobladas, a uno más dinámico, extensivo-expansivo, pero, sobre todo, preocupantemente lesivo al Desarrollo Urbano Sostenible.

Después de más de 50 años de un acelerado modelo urbano amparado en la utilización de los vehículos automotores y el dispendio energético de recursos no renovables, afortunadamente están emergiendo nuevos paradigmas que luchan por abrirse paso ante la desidia e intereses presentes y futuros. Con la convicción de que la situación actual es cada vez más compleja y hasta inviable en algunos casos, debemos privilegiar los espacios para las nuevas ideas, propuestas e iniciativas que buscan la transformación urbana en un sentido más humano, más “amigable” y sobre todo Sustentable.

Protagonistas.

Los retos que se plantean para lograr un verdadero cambio, exigen una reflexión analítica y a conciencia, a través de un debate permanente con todos los actores de la sociedad, pues los problemas son complejos y requieren de nuevos enfoques para su estudio y solución, en el marco del conocimiento científico interdisciplinario, ético y responsable con la sociedad y la naturaleza.

Los problemas actuales difícilmente son explicables por unos cuantos actores, factores o variables, más aún cuando el contexto es vacilante y los impactos en la sociedad son constantes y en aumento. Todos los cambios que están ocurriendo en pleno siglo XXI, están dando lugar a problemas que ya no pueden ser resueltos con el uso de las viejas recetas del razonamiento tradicional. Las formas de pensar y adquirir nuevos conocimientos se han convertido en temas esenciales para dar lugar a la transformación y el cambio. La muy antigua máxima de que para obtener otros resultados hay que hacer cosas distintas, y que para hacerlas, hay que pensarlas de manera diferente, es totalmente vigente.

La complejidad se ha vuelto un signo inexcusable de nuestros tiempos, no obstante, los lastres obscurantistas y la visión de algunos hombres como el centro de todo el universo, aún permanece en muchas culturas para imponer sus ideologías, justificar su poder, satisfacer sus particulares intereses, y todo ello a costa del consumo depredador de nuestro planeta. Por ello, corresponde a los especialistas en Infraestructura y planeación urbana, desempeñar su papel y poner en su lugar al obscurantismo y los negocios personales, haciéndonos ver que se necesita mucho más que trucos, plegarias o milagros para evitar la catástrofe ambiental y desperdicio de los cada vez más limitados recursos naturales.

Afortunadamente, cada vez son más quienes se comprometen con sensatez y acción colectiva, ante un discurso político, que suele quedarse en palabras y fotografías.

Retos.

Ante la complejidad, la planificación urbana actual ha dejado mucho que desear como instrumento útil para el ordenamiento urbano y su transformación. Después de estos últimos años de planificación urbana, los resultados han sido contrarios a lo planeado, pues en lugar de asentamientos urbanos cohesivos y compactos, propicios para la convivencia social y prosperidad económica, se han impulsado ciudades dispersas y difusas, regidas legalmente por la especulación inmobiliaria, la desigualdad e inequidad social, y sobre todo la vulnerabilidad económica y ambiental.

El verdadero reto es combatir la cerrazón y apatía para repensar nuestro país y sus ciudades en un contexto global con enfoque local, impulsando de manera compartida su transformación. A pesar de que las ciudades se han convertido en el principal escenario de desacuerdos, el debate y la conciliación siguen siendo las herramientas para que, contrastando desigualdades y marginación, se logren sinergias para beneficio colectivo.

Ordenamiento.

El ordenamiento de usos y destinos del territorio pretendido por la planificación urbana actual, lejos de traer beneficios colectivos, ha sido el instrumento institucional discrecional para simular sustentabilidad, favoreciendo la especulación inmobiliaria y contaminación del proyecto de ciudad, si alguna vez hubo alguno.

Los fenómenos y las emergencias nos han hecho ver la fragilidad de los sistemas urbanos actuales, ante el colapso frecuente de infraestructuras rebasadas en su diseño y capacidad. Los efectos del cambio climático se manifiestan en los poco exitosos patrones de urbanización, además de que la falta de manejo sustentable de los recursos disponibles, han alterado significativamente los fenómenos naturales, disminuyendo sensiblemente la capacidad de asimilación de las ciudades.

Los planes de desarrollo urbano municipal, lejos de tener una visión de futuro sustentable, auspiciaron y lo siguen haciendo, la especulación y la irresponsabilidad inmobiliaria de toda índole, pues se ofrecen más reservas de suelo urbano que las requeridas y la autoridad contribuye obsequiando las autorizaciones de emplazamientos aislados, vulnerables y sin planes de movilidad sustentable, que exponen la fragilidad de la convivencia familiar y aceleran su desintegración.

Consecuencias.

Ante estos hechos, ahora se intenta revertir lo irreversible y contener la dispersión con estrategias urbanas poco claras y efectivas, mediante una densificación sin sustento de infraestructura ni planeación urbana, que obedezca única e invariablemente a criterios analíticos debidamente calificados por especialistas.

En un ligero análisis de cualquier propuesta de planificación urbana local, podemos darnos cuenta de su endeble fundamento técnico y de la ausencia de un proyecto urbanístico de ciudad, pues se fomenta más la “verticalización” y re-densificación, que la densificación sustentable.

La rentabilidad inmobiliaria sustentable, no está peleada con el crecimiento, la premisa ineludible es obtener plusvalía para todos, entendiendo ésta no solo en términos económicos, sino armonizada con la calidad de vida en general, no solo de unos cuantos en lo particular; así de simple.

Caducidad.

Ante la caducidad del pensamiento urbanístico promovido por la modernidad del siglo pasado e intereses distintos al desarrollo colectivo, es necesario iniciar un proceso de implementación creativo y asertivo a fin de dar paso a un pensamiento urbanístico innovador y participativo, para transformar y crear entornos urbanos más amigables y sustentables.

La nueva planificación urbana que demandamos para el siglo XXI, tiene el compromiso de ser capaz de conducir al cambio, teniendo un alto grado de apropiación social y, sobre todo, la suficiente capacidad para adaptarse ante las variaciones imprevisibles que la complejidad y condiciones de resiliencia, imponen hoy en día a toda infraestructura.

De otra manera, invariablemente, se seguirá haciendo más de lo mismo.

Corolario.

“La capacidad de abrir espacios de colaboración, es directamente proporcional al logro de mejores oportunidades de prosperidad”

  • Fotografía en portada de José Martín Ramírez Carrasco en Unsplash.