Para lograr el funcionamiento armónico de cualquier localidad o asentamiento humano, se requiere de la Planeación Urbana como principal premisa y utilizarla como herramienta ante la problemática presente, para prevenir con anticipación los impactos que el crecimiento de las mismas genera.

Lograr articular de manera inteligente, satisfaciendo todas las actividades de las infraestructuras que se requieran para impulsar el desarrollo del Siglo XXI con una visión que considere las condiciones económicas, sociales, ambientales y políticas, es el compromiso de la Ingeniería.

El rol que la Ingeniería juega en la Planeación Urbana, viene a ser complementario con el de la Arquitectura o viceversa, o más bien dicho, ambas tienen que coexistir en sinergia para conquistar un buen rendimiento en beneficio de la ciudadanía.

Actualmente, en nuestro país la concentración de la población urbana en las ciudades, anda lindando el 80%, por ello urge adoptar una perspectiva estratégica que genere las estrategias a través del conocimiento, identificando los costos que implica la planeación, mismos que tienen que ser realmente remunerativos para la ciudadanía.

Menos inspiración, más cálculo.

Como punto de partida tenemos que reconocer que la existencia de las localidades es un dato duro e insustituible y con él, sin dejar ningún resto de algo por insignificante que pudiere parecer, tenemos que utilizar toda esta información (data) para realizar la planeación urbana, es decir, utilizar las herramientas de la Ingeniería para obtener los mejores resultados con los menores costos y afectaciones, previniendo y ordenado los crecimientos futuros.

He aquí lo relevante de la Ingeniería para la Planeación Urbana, pues si bien es cierto que los planes de desarrollo urbano pudieran estar a cargo de especialistas de la arquitectura y sub divisiones de especialidad, también lo es que tiene que ir hombro con hombro con la Ingeniería, para obtener lo mejor y en el menor tiempo.

La simple modificación de las densidades de vivienda u ocupación del suelo que ocurren al autorizarse nuevas construcciones, impactan toda la localidad, pues primeramente los gastos en consumos de servicios de agua, energía, desechos, circulación vial y consecuente contaminación atmosférica, exceden lo que hoy se tiene.

Lo anterior nos da la respuesta a la que luego podemos coloquialmente denominamos el dorado de la píldora que no son otra cosa que las explicaciones de algunos auto denominados expertos que comienzan a difundir, incluso a través de ruedas de prensa convocadas en lugares por los que se pagan rentas y consumos, que muy seguramente alguien lo hace en privado.

¡No hay más! todas las modificaciones sin planeación, tienen sus impactos y consecuencias que acabamos pagando los ciudadanos, porque los otros beneficios, esos se los cobran aquellos otros.

Planeación y pagos.

Para prevenir y mitigar estos inevitables efectos que causa el crecimiento de las localidades, sus zonas conurbadas así como los nuevos desarrollos a través de “lotes de inversión” que se presumen como muy cercanos a tales o cuales otras localidades con servicios, se tiene obligadamente que exigir el pago de derechos por obras troncales de servicios que van a utilizar y mientras tanto, ya que utilizarán las que ya existen y que nunca fueron planeadas ni consideradas para esa vocación ni intensidad de uso.

Simplificando, podemos decir que las obras que mañana serán necesarias para cualquier sitio, tienen que pagar los costos ponderados que sean determinados para obtener los permisos hoy mismo, pues de otra manera, las autoridades se verán sin los recursos económicos suficientes para prestar servicios de calidad.

Estos servicios que se presumen, como calidad de vida, seguridad, educación, etc., en ocasiones, han hecho que los inversionistas locales o extranjeros decanten por adquirir alguna propiedad, debido a esa calidad que se destaca mediáticamente, sin prevenir los incrementos y falta de atención a futuro.

Resulta evidente que todo desarrollador, público y/o privado, debe hacerse cargo tanto de los planes parciales para la zona que pretenden realizar, sino de las partes proporcionales de los servicios troncales que serán necesarios para su propio desarrollo, como para las zonas de influencia y afectación medio ambiental.

Es menester definir y trazar los derechos de vía para alojar futuras vialidades, obras de amortiguamiento y de seguridad para peatones y ciclistas. Análogamente, tenemos que establecer las áreas de crecimiento, destinando con particular cuidado los sitios para las áreas verdes y de recreo, desarrollando un verdadero plan integral de movilidad, con la legislación correspondiente y su código de sanciones para los infractores.

Con sencillos ejemplos a través de bordos de control en calles y avenidas se puede controlar y administrar el drenaje pluvial de la ciudad para evitar estragos en tiempos de lluvias que nunca son atípicas (si se calculan) para que podamos conectar a sistemas secundarios debidamente planeados.

Por cierto, vale preguntarnos ¿quién es el responsable del drenaje pluvial?

Gremios, clanes y tribus.

En el caso de la Ingeniería, para comprender los alcances que la práctica del ejercicio profesional nos impone, tenemos que hacer una diferenciación entre tres diferentes castas que la componen.

Resulta que en el ejercicio y práctica profesional como en cualquiera de todos los que se traten, siempre existen pares que dignifican y dan valor a cada profesión, a quienes podemos considerar como los gremios organizados.

Igualmente coexisten otros que podemos considerar como clanes, pues su parentesco radica en el denominador del mediano ejercicio profesional y se desenvuelven sin complicaciones, como tampoco toman posiciones respecto a cualquier situación por clara que resulte.

Sin embargo, existe un tercer tipo que podemos considerar como una tribu, que resulta ser el más dañino y peligroso, pues son aquellos que se comportan sin determinar el rumbo, aún con el conocimiento analítico con el que supuestamente cuentan, pues simplemente corren con el sentido de la corriente del agua y con la dirección del viento con la que Eolo, el mítico Dios de los vientos, o quien en éste momento lo pretenda emular les indica que hay que moverse, en sencillas palabras “se mueven para donde les digan que sopla el viento” de manera dogmática y a veces, como fanáticos.

La prueba de la existencia y la clase a la que cada cual pertenece, se puede certificar cuando se solicita que se atestigüen los estudios, proyectos, planes o dictámenes por escrito y se firmen de puño y letra, con el número y cédula profesional.

Hay hasta quienes se asegura que dicen: “no poder moralmente desautorizar a un compañero de profesión” aunque ello permita seguir ejerciendo como si nada, a aquel que no cumple profesional ni éticamente.

Esta especie de ley de silencio o de “arropamiento” mutuo en plan gremial (algunos) no tiene nada de nuevo ni extraño, pues existen ciertos colectivos que cuentan y presumen de estructuras antiguas muy cerradas con determinados códigos y privilegios, que suelen enrocarse cuando alguien cuestiona algo de su todo y atacan con toda fiereza a quien los refiera o atreva a tocar con el pétalo de una rosa.

Desde luego que no son todos, pues en todas partes se cuecen habas y para ser solidarios, debemos estar unidos no solo cuando nos interese o lastime algo, como es el caso de la Ingeniería en la planeación del desarrollo, que es un asunto de todos y para beneficio de todos.

La inclusión de otros colectivos de la sociedad civil, representarían una señal de inclusión en estos tiempos para visibilizar a otros sectores de la sociedad que han rebasado a los tradicionalmente aceptados.

Corolario.

“Sin Planeación ni acción, ningún plan tiene razón de existir”

  • Fotografía en portada de Daniel Lozano Valdés en Unsplash.